20/11/09

El Regreso (Referente al día de Muertos)

No es fácil el regreso. La raíz irrumpe como pico de colibrí

en el pecho. La visión de estrellas voladoras y luciérnagas

en el cielo no deja lugar a dudas: la luz viene del ombligo.

La raíz y la flor te disputan y la flor te trae de regreso, pero

el regreso no es fácil. La raíz es sentida como las mujeres y

los hombres.

Vuelvo de la Huasteca veracruzana a la selva que elegí

como vivienda. La de asfalto que me llena cada poro de

caricias y polución. Vuelvo de allá y vuelvo feliz de mirar

lo que no se suele ver. De encontrarse con quien murió hace

ya algunos días y sin embargo puede hacerme feliz cada

año que pasa. El reencuentro es inevitable. Las lecciones y

el aprendizaje no cesan nunca. Fui a visitar a mis muertos

y es el pretexto ideal para visitar y amar a los que aún están

viviendo. La vida de rancho es bella. ¿Qué es la flor si no la

raíz, su tierra y su viento?


El universo se hace lento. Hablar todo el tiempo en

náhuatl es un ejercicio de memoria colectiva y reivindicación

individual. Y sólo allá lo puedo hacer como me gusta. Hablar

en otro tono, el canto cambia. Los viejos y las viejas se sienten

felices de encontrar en las generaciones nuevas y que por

ahora estamos fuera, esa palabra que de tanto denostada

—se nota— les estorba. La discriminación por lengua lo ha

hecho bien pero no tanto. Llegamos y llevamos también

un poco de aire fresco y la certeza de que lo que ha sido

bien enseñado perdura. La sonrisa de ellos lo dice todo y

la felicidad se nota.

Pero no todo es maravilla. En esta parte del país, igual

que en otros años, siguen sin agua potable; igual que en

otros años, sin carreteras y sin clínicas. Igual que hace

tiempo sigue el dengue causando estragos, las diarreas, las

gripes, la pobreza. Los doctores siguen costando demasiado

y los hospitales aún están a varias horas de muchos de estos

poblados. Siguen siendo presa fácil de gente corrupta. El

analfabetismo sigue igual que hace 20 años. La educación

sigue siendo en español y los maestros no llegan a laborar. El

programa gubernamental Oportunidades ha hecho estragos

en la conformación comunitaria. Esperan la dádiva y eso los

divide. Reciben el dinero que les dan y la sola insinuación

de que este apoyo les puede ser retirado hace que no se

organicen y realmente puedan pelear por sus derechos.

Hay amenazas de por medio.

Les siguen dando a firmar documentos que no saben leer.

Hace no mucho, esterilizaron a mujeres obligatoriamente

y con dolo. Los indígenas nahuas de esta parte del país

son obligados a dar opinión en esos típicos buzones que

como letrero tienen “puede hacerlo con total libertad y

está garantizada la secrecía”, pero les exigen que pongan su

nombre para después ser exhibidos en asamblea y ponerles en

contra al pueblo mismo, dado que, “por culpa de unos pagan

todos”. Por eso y por otras cosas no es fácil el regreso.

Pero volvamos a la parte buena de esta historia. En las

fiestas de muertos, hace muchos años, se hacían unas danzas;

de entre ellas, la danza de los kolimen o de los viejos o de

los diablos era la más socorrida. Ésta consiste en que un

grupo de bailadores, todos enmascarados, se disputan el

amor de una mujer —que en realidad es hombre travestido

que danza de manera sensual— y “ella”, a su vez, trae a un

hombre —el diablo— que la defiende de los empecinados

machos que quieren ser su pareja de baile. “Ella” coquetea

con todos, pero no les dice cuándo, allanando el camino para

que el diablo les juegue malas —y divertidas— pasadas. Y

esa es toda la anécdota que es recibida con gozo, casa por

casa. A cambio los bailarines recibirán dinero, comida y

aguardiente y así, hasta terminar la fiesta. La danza de los

kolimen era un baile casi olvidado hasta hace un año, pero

2009 trajo consigo su renacimiento espectacular. Cuadrillas

de kolimen inundaron las calles de las comunidades de la

Huasteca veracruzana. Grupos de niños, adolescentes y

adultos se organizaron y portaron máscaras de Halloween

—las tradiciones se contaminan— para hacer las delicias de

los ancianos que no los veían hace muchos años, dejando al

descubierto algo que fascina: las comunidades están vivas.

La devastación no ha ocurrido aún. La esperanza continúa.

Y el trago amargo en estos días se pasa con chocolate dulce.

Por eso es tan difícil el regreso.

Seguramente la pobreza y sus acompañantes estarán

presentes en estas comunidades mientras no haya verdadera

voluntad política para erradicarla, pero de algo estoy seguro:

mientras la lengua y las tradiciones —ahí se encuentra

la memoria— permanezcan en la vida de estos pueblos,

habrá que seguir trabajando y señalando lo que mal está.

Lo contrario sería caer en la desesperanza. Un ejemplo me

dio mi cuñado, que se va todos los años a la pizca a Canadá,

cuando me dijo: “Para qué peleamos por un país mejor si

lo que importa es comer”. Me dejó mudo y con ganas de

escribir esta entrega para ustedes, estimados lectores, al

regresar.

Tlaskamati miak. ¶

Por Mardonio Carballo

las

plumas de

la serpiente


EMEEQUIS
09 de noviembre de 2009

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