23/4/10

Las Plumas de La Serpiente


Seris, Sonora México
Por Mardonio Carballo

A Julio Scherer
Difícil es el norte. Difícil quitarse los
ojos. Difícil, los oídos. Difícil saber por
dónde. Difícil saber qué pasa con sus
pueblos indígenas. Difícil el contexto. Difícil
la historia de ellos. Difícil. Corolario de
México. Corolario de nuestros tiempos.
Una espina más de la corona del olvido. Todo
el norte es una espina. El norte no se sabe.
El norte no se deja. México es una espina.
Allá arriba —si miramos el mapa desde
el centro— la palabra México no tiene mayor
significado. México es el resto. México es
lo de abajo. Desde allá arriba y desde los
ojos indígenas México no es parte de su
historia… sólo algunas de sus desgracias
provienen de ahí. Los pueblos indígenas de
allá tienen mas similitudes con los pueblos
originarios de Estados Unidos que con los del
resto de nuestro país; de hecho, cuando don
Santa Ana hizo lo que hizo familias enteras
quedaron divididas. Hay pimas, pápagos,
yaquis y kikapús allá. Hay hermanos y padres,
tíos y abuelos allá y aquí. La nación está en
entredicho, allá y aquí.
Hicimos una visita al pueblo seri o
comca’ac. Hasta hace poco se creía que
ellos pertenecían a los grupos lingüísticos
yumanos y alguna vez se llegó a decir que
estaban emparentados con los chontales
de Oaxaca. Hoy los estudiosos se han dado
cuenta que no es así, que este pueblo es
totalmente distinto del resto de los pueblos
indígenas de México. Que su raíz era otra y
que, como tal, sólo quedan ellos. Eso fue hace
poco. Históricamente hablando, hace muy
poco. No se ha hecho trabajo con los pueblos
de allá. Sin duda.
Los seris eran antes seminómadas en
territorios que manejaban como propios.
Ellos estuvieron antes en lo que hoy es
Hermosillo, ahora se encuentran en Punta
Chueca, Desemboque y la isla Tiburón en
Sonora. Hasta allá llegaron tras el acoso y
desde ahí cuentan su vida. Hasta allá fuimos.
Después, por decreto presidencial, en la época
de Luis Echeverría esos territorios les fueron
otorgados.
No son más de mil integrantes los de este
pueblo. Contrariamente a lo que se pudiera
pensar —dado el número de hablantes— la suya
no es una lengua en riesgo de desaparición. La
revitalizan los niños. Cuando en un pueblo no
hay niños hablantes, esa lengua está a punto
de desaparecer; no es así con ellos. Todos sus
integrantes son bilingües, hablan español y
comca’ac. Los neologismos están a la orden
del día. Ahí el mundo tiene otro peso. Peso
de agua y arena de desierto.
Es un grupo hosco y hasta hostil. Se tiene
que pedir permiso para poder entrar, para
poder hablar con alguno de ellos. Es su paso
por este mundo y la manera en que éste los
ha tratado que los ha hecho así. Son ellos un
pueblo muy buscado. El interés que los demás
tienen hacia ellos los ha hecho así, también
los ha desvirtuado un tanto. La incursión de
“los mexicanos” en el universo seri los ha
hecho generar aviesos intereses, también la
identidad es su forma de subsistir. También
y es una pena. Se tiene que decir también
así, con pena.
Difícil es el norte. Difícil quitarse los ojos.
Difícil, los oídos. Difícil saber por dónde…
Ellos le cantan a todo. Todo el tiempo
están cantando. Desde himnos religiosos
—muchos de ellos son evangelistas— hasta
a eso que les rodea. Le cantan al mar, a la
tortuga, a la ballena y a las estrellas. Cantan
para sí, cantan para todo. Hay incluso un
grupo de rock ahí. Hamac Caziim o Fuego
Divino recrea la música tradicional comca’ac
con el rock y su influencia se deja oír por varias
casas del pueblo que se inunda durante el día
de baterías y guitarras de aquellos que serán
los nuevos músicos, los nuevos cantores.
Difícil es el norte. Difícil quitarse los ojos.
Difícil, los oídos. Difícil saber por dónde.
Difícil saber qué pasa con sus pueblos
indígenas. Difícil el contexto. Difícil la
historia de ellos. Difícil. Corolario de México.
Corolario de nuestros tiempos. Una espina
más de la corona del olvido. Todo el norte
es una espina. El norte no se sabe. El norte
no se deja. México es una espina. El pueblo
seri también.
Tlaskamati miak. ¶
| EMEEQUIS | 19 de abril de 2010
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Por Mardonio Carballo
las
plumas de
la serpiente